El estilo teatral de Chappell Roan
- Micaela Torres

- 30 sept
- 3 Min. de lectura
Hablemos del estilo de una de las divas del momento: Chappell Roan, quién combina la cultura drag, la Edad Media y los años 80 en una misma estética visual coherente.

En los últimos meses, el nombre de Chappell Roan comenzó a sonar cada vez con más fuerza en los círculos de la música pop. No solo por su propuesta musical, que combina sintetizadores retro, letras confesionales y estribillos destinados a la pista de baile, sino también por una estética tan definida que se convirtió en su sello personal. Roan no se limita a cantar: construye un universo visual que conecta con tradiciones del drag, el glam y la cultura queer, y lo traslada al escenario como si fuese un manifiesto político y artístico al mismo tiempo.
La estética como acto de identidad
Chappell Roan se mueve en un territorio donde la estética no es accesorio, sino identidad. Sus presentaciones suelen estar atravesadas por pelucas fluorescentes, maquillaje maximalista, plataformas imposibles y vestuarios que parecen sacados de un carnaval futurista. Es un lenguaje visual que dialoga con el camp de los años 80, la teatralidad de artistas como Lady Gaga o Elton John, y la ironía queer que hoy atraviesa gran parte de la cultura pop.
Lo interesante es cómo Roan convierte ese despliegue visual en un ejercicio de afirmación.
Su estilo combina referencias queer del glam y cam de los años 80, con referencias de la Edad Media, a través de Hennin (los clásicos sombreros en punto con velo de las princesas), mangas globo, hasta armaduras medievales y estéticas payasescas a través de un maquillaje cargado y gorgueras.
A diferencia de propuestas más minimalistas, que buscan autenticidad en la simpleza, ella reivindica el exceso, lo kitsch y lo abiertamente performativo como un espacio genuino. Es decir: no hay disfraz, sino verdad en el artificio.
Influencias: entre lo drag y lo pop
La estética de Chappell Roan está profundamente vinculada a la cultura drag. Sus looks recuerdan a las pasarelas de RuPaul’s Drag Race, pero también a los clubes queer neoyorquinos donde la exageración era tanto un código estético como un mecanismo de resistencia. Cada vestuario parece diseñado para desafiar lo normativo: colores saturados, cortes imposibles, accesorios que rozan lo teatral y una actitud que oscila entre lo burlesco y lo heroico.
A nivel musical, ese imaginario se traduce en un pop bailable que no teme a la grandilocuencia. Sus canciones suelen acompañarse de videoclips donde lo visual amplifica el mensaje: coreografías queer, escenarios brillantes y una estética DIY que, aunque deliberadamente excesiva, mantiene un pulso de cercanía.
El pop como performance política
No se puede hablar de Chappell Roan sin atender a la dimensión política de su estética. En un contexto donde el pop mainstream muchas veces suaviza sus bordes para conquistar a las masas, ella elige el camino opuesto: abrazar el artificio, visibilizar lo queer y desafiar la mirada conservadora con cada aparición pública.
En ese sentido, Roan se inscribe en una genealogía de artistas que entienden el escenario como un espacio de disputa cultural. Así como Madonna en los 80 utilizó la provocación religiosa o Lady Gaga en los 2000 llevó el avant-garde a los MTV Awards, Chappell Roan convierte cada show en una declaración estética: no pide permiso, se viste como quiere y convierte lo marginal en espectáculo central.
Recepción y futuro
El público, especialmente el más joven y diverso, encuentra en ella un ícono fresco, que no solo entretiene sino que también representa. Las redes sociales amplifican ese fenómeno: fragmentos de sus presentaciones se viralizan por la potencia de sus looks y por la manera en que la artista juega con el humor, la ironía y la provocación.
A futuro, Chappell Roan parece destinada a convertirse en una de las voces centrales del pop queer contemporáneo. Su estética, lejos de ser un accesorio, es el núcleo de su proyecto: un recordatorio de que el pop, cuando se atreve a ser radicalmente visual, puede ser también profundamente político.
Su estética dará de qué hablar al ser un artista que se arriesga y sale de las normas. Con su energía performatica, su romanticismo visual y un maximalismo sin precedentes, sabe impactar y compartir una narrativa estética, ya sea como una princesa, una diva glam o como bufón.



























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