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Los detalles de la nueva era de DIOR

  • Foto del escritor: Micaela Torres
    Micaela Torres
  • 23 oct
  • 2 Min. de lectura

DIOR depura su vocabulario y lo vuelve táctil, silencioso y extremadamente llevable. La colección debut de Jonathan Anderson marca un punto y aparte: menos grandilocuencia, más construcción; menos logo a gritos, más firma en el corte (aunque los accesorios recuerden quién manda).


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1) El blanco como manifiesto

El relato abre con vestidos-nube de tirantes finísimos y volúmenes globo cerrados con lazos negros. En los costados, racimos florales en 3D (piénsese en hortensias o clavelinas) anclan la silueta y le dan peso visual. El resultado: romanticismo controlado, casi monacal, que se mueve con aire de atelier. La otra cara del blanco aparece en un palabra de honor de gasa plisada, cruzado en diagonal y rematado por un moño escultórico. No hay adorno superfluo: el plisado hace de joya.


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2) Accesorios con firma (y actitud)

Los stilettos de punta afilada llevan un monograma oversize en dorado —C y D separadas que se encuentran al caminar—: pieza de inversión que equilibra sobriedad con gesto reconocible. No es grito; es acento.

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3) La sastrería, del Bar a la calle

Hay ecos de la chaqueta Bar en un traje verde con brillo micro-confeti, corte peplum limpio y falda plisada. Sastrería-joya sin peso de alfombra roja; se siente urbana, con estructura pero sin rigidez. Esa tensión entre memoria y presente es el corazón de la propuesta: DIOR relee su archivo sin embalsamarlo.

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4) Uniforme y juventud: el tartán como puente

Camisas y minis en tartán azul y verde —a veces con lazada al cuello— plantean un gesto de uniforme remezclado. Funcionan tanto con el bolsazo blando de cuero y herrajes “DIOR” como con un sombrero de ala escultórica que devuelve teatralidad cuando hace falta. En mano, la nueva marroquinería brilla por su ferretería precisa y su escala cotidiana.

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5) La “pechera” que reescribe el dress code

Una de las ideas más frescas de esta etapa: la pechera desmontable de smoking puesta sobre suéteres finos. Es un guiño al esmoquin clásico y, a la vez, una herramienta de estilismo: quita y pon que cambia el registro de una prenda básica en segundos. El mensaje es claro: la modistería (lo que se cose, se abrocha, se prende) vuelve a tener la última palabra.

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6) Paleta, texturas y tactilidad

La paleta descansa en blancos, negro profundo, grises lecheros y verdes bosque, con destellos metálicos finísimos. Las texturas hablan: gasa plisada, punto extrafino, tweed con brillo discreto, tul suizo con pois, satén con ribetes ondulados. Todo pensado para que la cámara lo capte… y para que el cuerpo lo sienta.



7) Qué cambia realmente en DIOR

  • Silencio de lujo: menos decoración “por si acaso” y más decisiones de patronaje visibles (abullonados técnicos, pecheras, dobladillos globo).

  • Modularidad: cuellos y pecheras desmontables convierten el guardarropa en sistema.

  • Archivo con criterio: Bar, moños y flores —sí—, pero traducidos a 24/7.

  • Accesorio autoral: zapatos y herrajes firman el look sin devorarlo.



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