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El ‘templo’ de Rick Owens: lecturas simbólicas de su desfile SS26

  • Foto del escritor: Daniel Rodríguez
    Daniel Rodríguez
  • 15 ago
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 19 ago

Existen múltiples maneras de efectuar un desfile; hay quienes optan por una convencional pasarela lineal, dónde la visión del público solo va dirigida a las prendas desfilando, y existen otros diseñadores que explota sus puestas en escena para transportarnos a un universo literario, movilizante, y, a veces, inquietante. Tal es el caso de Rick Owens, el reconocido diseñador de moda estadounidense, en donde cada aparición de sus diseños viene acompañada de una historia que busca producir el debate y la reflexión de sus espectadores.


Es así que entramos al “Palacio de Tokio” y fuimos teletransportados al “Templo de Amor”, la propuesta conceptual del diseñador presentada en la Semana de la Moda de Paris, MensWear, primavera 2026, en donde conduce por un universo distópico, perturbador y melancólico.


La música da inicio al desfile y se convertirá en el movilizador central de la narrativa, iniciando con una melodía que recuerda al clásico estilo de la ópera, con un coro acompañando, el cual se complementa con el estilo arquitectónico del palacio; parecemos estar envueltos en un aura clásica y angelical. Sin embargo, pronto la inquietud brotó, cuando los bellos acordes se combinaron con arreglos electrónicos, y los modelos comenzaron a bajar de las alturas.


Desde una plataforma que funcionaba como puente, los modelos comenzaron a descender de una escalera, hasta la pileta del patio central del palacio, desfilando dentro de ella, con el agua hasta las rodillas, pateandola con pesadez, con lo que pareciera ser una sensación de agobio y esfuerzo. Muchos de ellos, incluso, se zambullían en las aguas, nadando y volviendo a asomarse a la superficie, para más tarde volver a trepar la escalera, ahora más pesados y agobiados que antes. 

La sensación de fatiga e inquietud era palpable, estábamos siendo testigos de un ambiente movilizante, y a medida que la música escalaba, también crecía la puesta escénica, cuando los modelos no solo escalaban la larga escalera, sino que al llegar a la cima, muchos se unían en un centro de rodillas, mientras que otros acababan recostados en los laterales, dando la ilusión óptica de que estaban colgando del puente en un perfecto engranaje, cerrando el desfile con una fuente de agua en vertical que coronó la escultura humana


 Respetando el estilo dark glam del diseñador, las prendas estaban rasgadas, “dañadas”, en tonalidades oscuras, predominando el característico color negro, con desnudos de torso… Nailon, cuero vegano, piel y denim fueron los materiales principales utilizados, a través de pantalones cortados, largas chaquetas de motociclista con cuellos vampirescos, combinados con arneses, chalecos y ganchos, invitando a pensar múltiples posibles significados detrás, como en todo desfile teatral.


A primera vista, las emociones puestas en juego parecían ser una representación visual del camino del duelo, en donde las escaleras recrean el descenso a un abismo emocional, inundado en negatividad, en donde el andar es agotador, y abarca tanto que a veces nos empapa por completo, cuando el salir de él requiere incluso más esfuerzo y fuerza que el permanecer en la misma depresión. Pero pasa a veces, que incluso llegando a la cima, habiendo alguien esperandonos, la visión ya está nublada, las razones no se sienten suficientes, y la única salida encontrada es la completa autodestrucción. Resulta interesante analizar la puesta en escena desde esta perspectiva, debido a la alta Tasa de Mortalidad por Suicidio y Lesiones auto infligidas, 17.4,  de Japón, habiendo elegido el “Palacio de Tokio” como la locación del desfile.


A su vez, la inquietud perturbadora característica de nuestro “príncipe de las tinieblas” nos puede inclinar a pensar que el mensaje es más oscuro, quizás jugando con la fibra sensible de la fé, e invitarnos a ver un vistazo simbólico y cercano de lo que viven los integrantes de un culto, quienes llegan a pertenecer a él luego de un sufrimiento desalentador y tras una prolongada búsqueda de encontrar en qué creer, encontrando un líder que los recibe solo luego de un sacrificio humano.


Pero por otro lado, la colección pareciera evocar a un futuro distópico, atormentado por los avances y retrocesos de la humanidad, en donde las prendas y lujos absurdos carecerán, y que estaremos en una desesperada búsqueda por lo realmente valioso: el agua y nosotros.


Estas interpretaciones son personales, transmitidas a través de una coreografía artística que busca del espectador una lectura, en especial porque Owens evita describir el mensaje literal de sus colecciones; sin embargo, en el backstage de este desfile compartió que “La exposición evoca pensamientos de mortalidad, de decadencia y de muerte”, por lo que el resto está a libre analisis de nosotros, sus espectadores.


La dicotomía sensorial entre la música y la arquitectura clásica que envolvía el desfile, en contraposición con los posteriores arreglos musicales electrónicos y los diseños futuristas, góticos y controversiales funcionaron como un discurso entre el pulcro y controlado pasado y el impredecible e inquietante futuro. La tensión ambiental, la crudeza escénica y el impacto sensorial hicieron de este un desfile muy fiel al estilo de Rick Owens.  



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